Lo que esconde la batalla por el Medio Oeste

La campaña electoral estadounidense toma velocidad de crucero, con el rally de mítines de ambas candidaturas en media docena de estados del Medio Oeste, el antiguo cinturón industrial. A esta región pertenecen la mayor parte de los “swing states” o estada bisagra, que a diferencia de otros caracterizados por una clara afinidad republicana o demócrata, oscilan entre uno y otro partido.

Tanto Donald Trump como Kamala Harris han elegido a compañeros de cártel con potencial de aumentar sus opciones de victoria en estos territorios, ofreciendo respuestas al problema fundamental de la pérdida de poder adquisitivo y la incertidumbre vital sobre el futuro que atenaza a la antigua clase trabajadora, que se siente víctima de la globalización. Pese a las claras diferencias entre ambas campañas, sin duda importantes, este elemento común permite prever, al margen de quien ocupe la Casa Blanca, la intensificación de ciertos sesgos proteccionistas. Nada, por otro lado, que no estemos viendo también en China, o incluso en la UE, que ha asumido como inevitable un repliegue hacia una globalización mucho más selectiva. El principal riesgo es que se descontrole la rivalidad entre EE.UU. y China e incluso que se avive un choque de intereses entre Europa y Norteamérica. En el otro lado de la balanza, la alienación de masas de población, como las que pueblan el Medio Oeste norteamericano, supone un serio desafío interno a la estabilidad interna, como ejemplifica el auge de los populismos